No quiero cantar a Dios
si no hay brillo de Dios en mí.
Para cantar sin vivir
mejor que calle.
La fuerza de la voz y la Palabra
está en la exigencia de hacerlo vida.
No hay canto de Dios más fuerte y sereno
que el nacido en el alma del cantor.
Si no vivo lo que pienso ¿para qué pensar?
Si no vivo lo que escribo ¿para qué escribir?
Si no vivo lo que canto ¿para qué cantar?
Si no vivo lo que siento ¿para qué sentir?
Si no vivo lo que escribo, lo que canto,
lo que siento, mejor callar, mejor morir.
Si no vivo lo que escribo, lo que canto,
lo que siento, mejor callar, mejor morir.
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