Anduve perdido por las calles del amor,
cayendo bajo y el cielo nunca me habló.
Sin la esperanza en mi rojo auto sport,
con trajes viejos y zapatos de charol.
Anduve sin ropas en los vahos de la fé.
Aún me estoy riendo y no entiendo el por qué.
Estuve sin rumbo como cría de leopardo,
desorientado al pie del Kilimanjaro.
Estuve esperando el canto de un ruiseñor
todas las mañanas en una casa en Colón.
Sin saber por qué el viento se llevó
a aquella doncella, preciosa primavera.
Y nunca me habló, me refiero al sol,
maldito lugar, y la singular colección de amores
se hizo trizas en el aire.
Yo no sé muy bien si por vanidad o por orgullo cruel
uno se hace fiel, adicto al absurdo
baile de los ojos muertos...
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