Llueve, detrás de los cristales, llueve y llueve sobre los chopos medio deshojados, sobre los pardos tejados, sobre los campos, llueve. Pintaron de gris el cielo y el suelo se fue abrigando con hojas, se fue vistiendo de otoño. La tarde que se adormece parece un niño que el viento mece con su balada en otoño. Una balada en otoño, un canto triste de melancolía, que nace al morir el día. Una balada en otoño, a veces como un murmullo, y a veces como un lamento y a veces viento. Llueve, detrás de los cristales, llueve y llueve sobre los chopos medio deshojados, sobre los pardos tejados sobre los campos, llueve. Te podría contar que esta quemándose mi último leño en el hogar, que soy muy pobre hoy, que por una sonrisa doy todo lo que soy, porque estoy solo y tengo miedo. Si tú fueras capaz de ver los ojos tristes de una lámpara y hablar con esa porcelana que descubrí ayer y que por un momento se ha vuelto mujer. Entonces, olvidando mi mañana y tu pasado volverías a mi lado. Se va la tarde y me deja la queja que mañana será vieja de una balada en otoño.
Llueve, detrás de los cristales, llueve y llueve sobre los chopos medio deshojados...
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