Nos delata el equipaje
y la duda al caminar,
su prudencia pueblerina,
mi silencio en catalán.
La niebla de Barcelona
como un púdico tapiz.
Y allá vamos, soñolientos,
tras la sombra de Gaudí.
Poco importan las versiones,
los resabios de un lugar,
las postales consabidas,
la edad de una catedral,
la caricia minuciosa
de los siglos de humedad.
Y las gárgolas te miran,
sobrevuelan la ciudad.
Los mojones del camino
con su ambigua cicatriz
van marcando el fuselaje,
descascarando el barniz.
La distancia es un oasis,
una forma de mentir.
Visitamos los museos
codiciando souvenirs.
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