Vamos amarraditos los dos, espumas y terciopelo,
yo con mi recrujir de almidón y tú serio y altanero,
la gente nos mira con envidia por la calle,
murmuran las vecinas, los amigos y el alcalde;
dicen que no se estila ya más, ni mi peinetón ni tu bastón,
dicen que no se estila ya más ni mi medallón ni tu cinturón,
yo se que estilan tus ojazos y mi orgullo,
cuando voy de tu brazo, bajo el sol y sin apuro.
Nos espera nuestro cochero frente a la iglesia mayor,
y a trotecito lento recorremos el paseo,
-yo saludo tocando el ala de mi sombrero mejor-
y yo agito con donaire mi pañuelo,
no se estila, yo sé que no se estila,
que te pongas para cenar claveles en el ojal;
desde luego parece un juego, pero no hay nada mejor
que ser un señor, de aquellos, que vieron mis abuelos.
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