Virgencita que estás en el cielo, al amparo de Dios, madre buena,
vengo aquí suplicando me ayudes, porque ya no soporto mi pena;
sabes bien madrecita querida, que el señor no ha querido escucharme,
tantas almas le piden lo mismo, que su ayuda no puede alcanzarme.
Las campanas de la iglesia, doblan a bronce fatal,
cada repique en mis sienes, es como un clavo mortal...
Por el llanto que tú derramaste, una tarde en el monte Calvario,
intercede por mí virgencita, tú que tienes poder milenario.
Las campanas de la iglesia, doblan a bronce fatal,
cada repique en mis sienes, es como un clavo mortal...
Por el llanto que tú derramaste, una tarde en el monte Calvario,
haz que el bronce de tu campanario, grite al viento el final de mi mal.
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