(Toda la canción va con transporte en el 3er traste)
Era el final del siglo que pasó y yo no lo quería dejar pasar
desayunaba vodka con limón, en el balcón papel de armar
hacía más de una canción por día y no tocaba en la puta vida
iba de shopping a mirar vidrieras por Talcahuano sin monedas.
Con las ofertas de las pizzerías la muzzarella a veces ni venía
pasaba en una fotocopiadora demasiadas horas duplicando hojas
para la facultad de medicina ganaba poco pero me reía
me enamoraba todas las semanas de las alumnas que venían.
Buenos Aires adiós por ahora me voy, pero vuelvo tené la certeza.
Una historia de amor no necesita de dos aunque falle como moraleja.
Andaba mucho por el Microcentro y me sabía los bares abiertos
después de las 4 de la mañana no pasa nada o estás atento
iba a tomar champagne a las milongas también a recitales a la gorra
y a los teatros de calle Corrientes los desafiaba desde enfrente.
Vivía en Once con un par de amigos que si hace falta salen de testigo
a ese departamento siempre entraban muchas personas en horas raras
recuerdo la fiesta de despedida duró por veinticuatro horas seguidas
se terminó la guitarreada y nos volvimos a Bahía.
Buenos Aires adiós por ahora me voy, pero vuelvo tené la certeza.
Una historia de amor no necesita de dos aunque falle como moraleja.
En los asientos pobres del pingüino
la noche era el consuelo del camino
borraban los payasos con ojeras
la cruz en la moneda del destino.
Buenos Aires adiós, ya sabés cómo soy, esperame con algo en la mesa.
No sé cómo ni cuándo, la promesa ya es algo,
las canciones ya me traerán de vuelta
(Tarareo)
Una historia de amor no necesita de dos, pero falla como moraleja.