A lomos de un gran tostado
que escarsea briosamente
e inclinada la alta frente
que ya la gloria ha besado.
Va el jinete ensimismado
ajeno a todos los ruidos
los ojos pardos perdidos
en sabe dios que visiones
los ojos de los fogones
se van quedando dormidos.
Es él, es el cabo viejo
de la guerra del 70
y de la tricolor cruenta
donde se jugó el pellejo.
Viendo su duro entresejo
su noble faz contraída
se comprende que su vida
a elegido ya el camino
de unir su propio destino
al de la patria querida.
Y llega al fin la mañana
del 2 de marzo luctuoso
Paso del Parque el reposo
ya cesó antes de la diana.
En la quietud comarcana
mil ruidos surgiendo están
ya los Saravias están
forjando para la historia
otra página de gloria
a orillas del Río Daymán.
Allí fue grande Aparicio
a pesar de su derrota
una luz en su alma brota
que lo impulsa al sacrificio.
Su figura de patricio
se agiganta en la pelea
y mientras Muniz golpea
división tras división
el izó su corazón
en el mástil de la idea
Cuando al fin de la jornada
donde brilló su valor
con lágrimas de dolor
dirige la retirada.
Abarca con la mirada
todo aquél cuadro dantesco
y en un gesto Versallesco
exclama con voz quebrada
No me viven camaradas
porque yo no lo merezco.
Ese era el águila blanca
es el caudillo inmortal
que precipita el caudal
de la admiración mas franca.
Quizá en alguna barranca
del impetuoso Daymán
sus manos agitarán
campanas de oro y de bronce
por Couto, Denis y Ponce
que allí descansando están.
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