De prisa como´el viento van pasando,
Los días y las noches de la infancia
Un ángel nos depara sus cuidados,
Mientras sus manos tejen la distancias.
Después llegan los años juveniles,
los juegos, los amigos, el colegio,
el alma ya define sus perfiles,
Y empieza´el corazón de pronto´a cultivar un sueño.
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Y brotan como un manantial, las mieles del primer amor,
el alma ya quiere volar y vuela tras una ilusión,
y aprendemos que´el dolor, y la´alegría,
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son la´esencia, permanente de la vida.
Y luego cuando somos dos, en busca de´un mismo´ideal,
formamos un nido de amor, refugio que se llama´hogar.
Y empezamos otra etapa del camino,
un hombre, una mujer, unidos por la fe y la´esperanza.
Los frutos del amor, que dios bendijo,
alegran el hogar con su presencia,
a quién se quiere más, sino´a los hijos,
son la prolongación de la existencia,
después cuantos esfuerzos y desvelos,
para qué no les falte, nunca nada,
para que cuando crezcan lleguen lejos,
y puedan alcanzar esa felicidad tan anhelada.
Y luego cuando ellos se van, algunos sin decir adiós,
el frío de la soledad, golpea nuestro corazón,
Y´es por eso´amor mío que te pido
como le pido´a dios, si llego´a la vejez, que estés conmigo.
como le pido´a dios, por una y otra vez, que estés conmigo.
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Transcripción:
David Gaviria Piedrahita
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