Que de una antigua y masculina costilla alguien las inventó,
que son de Dios para los hombres un regalo, dice una canción.
La ondean tríos, mariachis y figuras del rock
cual capote de buen matador.
Les ponemos la corona mientras amarramos sus pies;
les damos una escoba envuelta cual perfume francés;
les hacemos castillos, para cuidarlas mejor,
con paredes de vidrio y formol.
Son las morras. Nacen, crecen solas,
siempre van las morras
cuidando aquí, cuidando por allá,
porque las quiere acorralar
en una Casa de Muñecas el fantasma de Freud,
pero Ibsen se aparece ante las Noras de hoy,
viene de la mano de Simone de Beauvoir
y no hay quien pueda a las morras parar.
Siempre decimos ¡al ataque! al momento que las vemos llegar,
sacamos los disfraces, la carnada, el anzuelo y a pescar.
Les declaramos la guerra con palabras de amor
y suspiros del Lobo Feroz.
Vivan las mujeres, defendemos su libertad
pero si se mueven decidimos que hay que apretar.
Y apagamos las luces cuando quieren leer,
no vayan algo malo a aprender.
Son las morras . . . etc.
Reinas, cocineras, amantes, barrenderas, mamás
suben la escalera aunque no las queramos dejar.
Romperán la ventana y echarán a volar.
¡Viva el Rey porque el Rey caerá!
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