Tan cerca del suelo me encuentro que no volveré a caer,
lo siento muy dentro, lo siento en silencio.
Acaricié el momento, estuve atento a aquella nube que pasó,
le di la razón sólo a lo que dijo:
¡Ay! Que estuviera, que estuviera despierto.
La duda fue eterna y hoy me siento bien.
Mirando al sol, quiero crecer.
Que el suelo no quema hoy,
caminaré descalzo sin miedo que vuelva a caer.
Adiós, se fue, borracho de alegría mi amor.
Comenzó el día y se nubló. ¡Qué mala pata!, comentó.
No creía ese cuento.
Poco a poco levantó, no perdía la razón.
Cruzó el puente del lamento que separa el agua del fuego y gritó.
Ahora sus palabras, sus palabras se las lleva el viento.
La brisa del desierto, tenerte aquí a mi lado,
saber qué es un soldado que jamás regresaría,
que nunca llegará a puerto la sonrisa que olvidó.
Y al parecer, puedo entender.
Que el suelo no quema hoy,
caminaré descalzo sin miedo que vuelva a caer.
Adiós, se fue, borracho de alegría mi amor.
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