Soplaban vientos del sur y el hombre emprendió viaje. Su orgullo, un poco de fe y un regusto amargo fue su equipaje. Miró hacia atrás y no vio más que cadáveres sobre unos campos sin color. Su jardín sin una flor y sus bosques sin un roble. Y viejo, y cansado, a orillas del mar bebióse sorbo a sorbo su pasado. Profeta ni mártir quiso Antonio ser. Y un poco de todo lo fue sin querer. Una gruesa losa gris vela el sueño del hermano.
La yerba crece a sus pies y le da sombra un ciprés en verano. El jarrón que alguien llenó de flores artificiales, unos versos y un clavel y unas ramas de laurel son las prendas personales, del viejo, y cansado, que a orillas del mar bebióse sorbo a sorbo su pasado. Profeta ni mártir quiso Antonio ser. Y un poco de todo lo fue sin querer.
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