A las siete de la tarde
Tienen música los rieles,
Asoma la trocha angosta
El hocico de juguete.
Tamaña carga de chircas
Le lava el aire caliente
Y el tizne de los obreros
Y el sudor de aquella gente.
A las siete de la tarde
Todo se hace más urgente
En las gorras ferrujientas
Y en las manchas de los dientes.
Desde la risa espontánea
palabrota hiriente,
Desde las manos hinchadas
A la delgadez del verde.
A las siete de la tarde
Ya no está pero se siente,
La hormiga casi de lata
Que se anda gastando el vientre.
Partiendo los arenales
Con su silbido indecente
Pintando lomo e zorrillo
En el cielo inútilmente.
A las siete de la tarde
Llegó la enana crujiente
El pergenio de las vías
Se detuvo lentamente.
Entró a morirse de vieja
Y esto sí sucede siempre
Cuando se cansen tus brazos
Te olvidarán simplemente.
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