Agazapado en mi trinchera de piso de listones,
espiando a través de los sueños de los murciégalos de vidrio.
Yo la veo a esta piba la camarera hacer su rutina de maga,
de guantes blancos que vienen en lata que se pueden abrir con abridor.
Un puchito aquí, un puchito allá,
como un gorrión a los saltitos.
La piba se hace un bonus extra
porque sabe que el ojo del patrón
engorda el ganao´
pero también engorda la vista.
Cansada de diarios, facturas,
y cheques de terceros.
Igual a mi me da miedo,
me dan ganas de decirle
que si el patrón la descubre
la borra del café.
La borra del café
y no la vuelvo a ver,
arrodillada ante el rodar
de las bandejas al caer.
La borra del café
y ya no podré ver
mi destino y el de ella
en la cafetera express, quemándose.
Hasta ahora no la han pescao´ y ella va de rama en rama,
picoteando entre los rastros de un cardumen de corbatas.
Es muy eficiente y muy limpita, tanto que el sueldo le queda limpio,
porque entre sus manos ella exprime su alcancía,
la rejilla por donde se piantan las chirolas.
Por eso a mi me da miedo,
me dan ganas de decirle
que si el patrón la descubre
la borra del café.
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