Sobre la estampa del palo borracho
su dura garra cerró la ciudad
y en su prisión de asfixiante cemento
alza las ramas clamando piedad.
A mi balcón una de ellas
lleva sus flores más bellas
y allí lo escucho cantar a un zorzal.
No halla razón al silencio invadido,
derrocha ahínco por hacerse oir
pero a su esmero lo ahogan mil ruidos
de un mundo absurdo sumido al trajín.
Ya nadie presta su oído
a ese silbar tan sentido,
locura humana apurando su fin.
Yo sí te escucho y comprendo
mi tenaz zorzal cantor,
nunca sabrás cuán profundo
cala en mi alma tu pregón.
A las notas que desgarras
yo le sumo mi guitarra, algo me empuja
a enredarme en tu canción.
Levanta el vuelo y observa su pago,
no queda nada del verde tapiz,
articuladas culebras con ruedas
reptan asfalto entre el humo gris.
No ve ni arroyos ni esteros,
abajo, en ese loquero
que rinde culto sólo al frenesí.
Mira asombrado el gigante hormiguero
que hacen los hombres a modo de hogar,
a la niñez prisionera de un patio
o ante aparatos de aspecto infernal.
Jamás vieron pampa o monte
ni verán en el horizonte
cómo apreciar, si les canta un zorzal.
Yo sí te escucho y comprendo
mi tenaz zorzal cantor,
nunca sabrás cuán profundo
cala en mi alma tu pregón.
A las notas que desgarras
yo le sumo mi guitarra, algo me empuja
a enredarme en tu canción.
A las notas que desgarras
yo le sumo mi guitarra, algo me empuja
a enredarme en tu canción.
Aún no hay comentarios,
¡escribe el primero!Para hacer una pregunta o dejar un comentario sobre esta canción, debes estar LOGUEADO
Usamos cookies. Leer más