Subirá el azogue en cada estancia
Si nos ven entrar como elefantes perdidos
En busca de otro derrotero
Quizá más inocente, menos resentido
Que no se desviva en lo vivido
Que muera buscando un horizonte nuevo
No comimos nada: Contamos veinte
Con el mercadeo más urgente, danzaron
Las uñas de los taberneros
Repletas de planetas, de tabaco y plata
De la libertad que desbarata los sueños
De aquellos que nunca durmieron
Tan harto de ternura y de tanta picadura, amor
Ungido, me abracé al rugido que me enamoró
Después, me encomendé a la bruma
Que puebla el último atolón
Que enviuda y amanece, muda, con nuestro temblor
Volverá el temblor
De la retirada, no fuimos hijos
Fuimos la palabra y entresijos dorados
La levantera y el calambre
Nos queda la certeza de sabernos vivos
Nunca vencedores ni vencidos; regados
Por lo que queda del estambre
¡Qué hartura de tormento, tormenta tierra adentro, amor!
Me cansa la caricia mansa de su resplandor
Que abrasa aquel renglón torcido
Que se vistió de perdedor
Si yerra, me hablará la tierra, y llegará el temblor
Volverá el temblor
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