Hecha un mar de lágrimas al verlo allí en la cruz.
Se acordó del niño que ella misma diera a luz.
Y entre el firmamento, y su mirada de dolor,
bien supo serle fiel a tanto amor.
No rompió el silencio cuando el Cielo se quebró.
No volteó sus ojos al final cuando expiró.
Se sintió caer pero, asimismo, no cayó.
Y amó a pesar de que el mundo lo entregó.
Sólo besó sus pies y a Dios se lo ofreció.
Sin preguntar por qué
todos perdonó, pues entendió el amor.
Que Jesús predicó que su hijo predicó
Ella entendió el amor, que le enseñó.
Entre la llovizna, la tristeza y el temor,
lo tomó en sus brazos cuando ya no respiró.
Junto con su alma le traspasó el corazón
la espada que esa cruz todo lo consumó.
No rompió el silencio cuando el silencio calló.
No volteó sus ojos y el sepulcro se cerró.
Se sintió morir pero su fe permaneció.
Y amó a pesar de que todo se oscureció.
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