En la ciudad de Samaria, en la fuente de Jacob, 
muy precioso platicaban una mujer y el Señor. 
Jesús le dice: Mujer, dame agua, 
porque estoy cansado y quiero tomar. 
Y ella le dice: No hay con que sacarla, 
y con Samaritano, tú no debes tratar. 
Jesús entonces le dice: Si tú supieras quien es, 
este que habla contigo, tú pedirías a él. 
Yo soy el agua de vida, que habla contigo, mujer. 
Y el que ella bebiere nunca jamás tendrá sed. 
Y con ternura escuchaba la Palabra del Señor 
y con una fe muy grande obtuvo la salvación.
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