Humildes gracias demos a Dios,
que en una hostia todo se dio.
Gracias mil veces, gracias mil veces.
Humildes gracias demos a Dios.
El que en los cielos encendió el sol,
vino a este pueblo con gran amor.
Y allí escondido, con blanda voz,
«dame», me dice, «tu corazón».
Oh dueño mío, Rey y Señor,
¿cómo pagarte tan rico don?
Los que te siguen y oyen tu voz,
la vida eterna tendrán, Señor.
Mi pobre pecho siente, oh Señor,
que desfallece de puro amor.
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