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Sin Ti ver no podría lo más profundo de mi Señor,
ni adherirme, ni conformarme, ni secundarte en tu misión.
El Hijo en Ti se hizo carne y por tu Sí nos reconcilió;
auxíliame en mi combate para acoger tan grande don.
SALVE SANTA MARÍA, INMACULADA DEL DOLOR,
VIRGEN FIEL TODA TU VIDA, MAESTRA DEL AMOR.
TU ARDIENTE CORAZÓN A TU HIJO ME REMITE,
MADRE SANTA, MADRE HUMILDE,
CÚBREME CON TU MANTO PROTECTOR. (2v)
El dolor bien conociste, como el anciano advirtió:
"una espada estará en tu alma"; bajo el madero se cumplió.
Y allí, Bienaventurada, te llamaron Madre nuestra.
Madre mía Inmaculada, guíame a la reconciliación.
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