Antes de que pase un día y te perdone del todo,
tengo que reconocer que aún te odio.
Nunca podré comprender que las manos que ahora beso,
tocarán con alegría otro cuerpo.
Tu boca, fea y pequeña, se escondió entre sus piernas.
Yo noté un cañonazo en todas mis venas.
Mis pupilas se ensancharon de venganza y vergüenza,
un hombre traicionado es cosa seria.
Y quise matar, quise matar, quise matar, quise matarlo a él.
Quise matarlo y colgarlo de tu cabeza por siempre,
para que notes su peso todo el tiempo.
Poco a poco irá pudriendo y el peso irá menguando,
hasta que ya sólo quede un esqueleto.
Yo he cargado con los cuernos, y tengo mil contracturas,
cada vez que te besé me salió una.
Pero al menos he ganado la batalla desde entonces,
ahora soy un animal con parachoques.
Y quise matar, quise matar, quise matar, quise matarlo a él.
Te juro que si hubiera podido reventarle una botella
en la cabeza, lo habría hecho.
Y me habría quedado por siempre en tu país, enjaulado
en una cárcel, puede que templara mis nervios.
Y es que estoy seguro que lo volvería a hacer.
Bueno amiga, es lo que hay: yo me fui y ahora tú te vienes conmigo.
Haré un punto final, no sin antes recordarte,
que tengo taquicardias a diario.
Arrepentidos los quiere dios, y yo sé que tú me quieres,
me voy a conformar con eso.
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