Un buen día decidiste
caminar junto a tu pueblo,
conocerlo y respetarlo,
y representarlo entero.
En cuántos años de lucha,
de consecuencia y desvelo
recorriste palmo a palmo
desde Arica hasta el Estrecho.
Siempre quisieron quebrarte
con calumnias y atropellos,
y tú caminabas firme
junto a las filas del pueblo.
El año setenta justo
sacaste un blanco pañuelo
que iluminó nuestra patria,
fue en la Alameda, recuerdo.
Entregaste a la mujer,
al niño, al trabajador,
un ancho y largo camino
por un mañana mejor.
Pero ya desde las sombras
se ocultaba el asesino:
te querían de rodillas
y no con el talle erguido.
El once muy de mañana
sabiendo lo que pasaba
fuiste el primero en la lucha
con corazón y metralla.
Déjame hacerte un poema,
bienamado Salvador,
déjame gritar tu nombre
desde el Cuzco hasta Bankog.
La historia no se detiene
ni con represión ni muerte;
son tus últimas palabras,
compañero presidente.
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