Si algún tipo iba al baño, de inmediato descubría,
la bañera era morocha, y que el blanco no existía.
Si buscabas el jabón, siempre estaba encanutado,
y si abrías la heladera, te morfaban los gusanos.
Los zapatos en el armario, ¡te podés imaginar!,
la baranda sin igual, que de pronto despedía,
te noqueaba en primer round, ese olor a porquería.
Sus sobacos eran dos chorros, como gotas del Riachuelo,
y los hongos de los pies, te pedían de comer.
ESTRIBILLO:
Va la Rantifusa, gritan en el barrio,
y ella que no es sorda, acusa a la vecina.
No había guapo que aguantara, ningún tiempo en esa casa,
más de uno prefería, irse a la comisaría.
Si algún loco se animaba, y aún tomando precauciones,
en las dos fosas nasales, se ponía los tapones.
Todo el barrio escolaseaba, a los tiempos transcurridos,
no duró más de un minuto, ni el más macho argentino.
Las pelucas que clavaba, ¡mama mía que roñosa!,
había nido de gorriones, te cantaban los pichones.
No es que uno exagerara, por la noche se olfateaba,
desde lejos y a distancia, esa aroma esa fragancia,
que seguro provenía, de la casa conocida,
parecía que juntaban, la basura de Argentina.
ESTRIBILLO.
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