Un poema escrito en la pared
recuerda que fue ayer
cuando tu mano cogió mi mano
y echamos a correr.
Las piedras del camino
las fuimos regateando,
arañando los minutos
como gatos enjaulados.
Nos crecieron alas y sonrisas,
aprendimos de noche y de día que
el silencio se vuelve racional
de espaldas al volcán.
Yo nunca quise ser normal.
Cabalga conmigo.
Yo nunca quise ser normal.
Golpeando el olvido.
Yo nunca quise ser normal.
Seremos distintos.
Yo nunca quise ser normal.
Dimos vueltas en un carrusel,
sonriendo a la vez
que un calabozo de cristales rotos
amenazaba morder.
Desnudos y vestidos
negamos lo más sagrado,
renunciamos al rebufo
del destino alquitranado.
Inventamos un mundo a medida,
nos fumamos la sal de la vida y en
la distancia supimos esperar
el asalto final.
Yo nunca quise ser normal.
Cabalga conmigo.
Yo nunca quise ser normal.
Golpeando el olvido.
Yo nunca quise ser normal.
Seremos distintos.
Yo nunca quise ser normal.
¿Dónde están
los chicos que faltan a sus clases,
que fuman a escondidas en los parques,
que crecen en los bares
y juntos
aprenden a soñar?
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